lunes, 10 de noviembre de 2008




El camino era tan estrecho que se hacía difícil caminar erguido sin caer. Aún sigo sin entender que hacía recorriéndolo en plena madrugada. La oscuridad era prácticamente total, tan solo algunas estrellas la rompían, cuya luz apenas servía para orientarse en la noche. Pero sin la más mínima idea de orientación estelar, allí estaba dispuesto de una vez por todas a descubrir cual era el destino final de aquel camino. Posiblemente el mismo de ambos.

Hacía ya mucho tiempo que pasaba a su vera sin darle importancia alguna. Conduciría a alguna parte, me decía, como tantos otros caminos.


La vida parecía también darle de lado ya que no recordaba, haciendo memoria, ver a nadie recorrerlo, ni siquiera animal alguno, ya fuera del bosque cercano o cualquiera de los gatos que abundaban por el barrio. El caso es que a medida que transcurrían los días, y dado que no había otra ruta para llegar a casa, mi curiosidad fue en aumento cada vez que giraba la vista en dirección al camino.


Nacía entre dos recios muros de piedra que la hiedra y el tiempo cubrían junto con las casas que rodeaban.


Cuando pregunté a los vecinos del lugar por sus dueños la respuesta o casi mejor dicho la reacción fue idéntica en todos, silencio y expresión de quienes hubieran visto al mismo diablo.
Aquello no hizo sino acrecentar mi deseo de saber más, no ya sobre las casas sino sobre el camino que se abría paso entre ellas.


Decidido fui al registro de la propiedad de la zona y para sorpresa mía no había escritura sobre ninguna de las fincas, y se remontaron siglos atrás buscando. Ni el propio ayuntamiento, ni la policía habían hecho nunca por conocer a sus propietarios ni parecía que nadie se hubiera arriesgado a recorrer aquel camino.


Aquello era ya cuestión del camino o yo. Estaba claro que me estaba retando, era como si me hubiese elegido y aunque quise abandonar tan absurda idea y emplear mente y tiempo en otras cosas, cada vez que pasaba frente a el, observaba como el resto del pueblo estaba pendiente de ese momento.

Y ese momento llegaría aquella noche, cuando de madrugada emprendí mi camino.




4 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Los caminos... a veces elegimos los más transitados, los más seguros, los más cortos... y en su mayoría los que llegan más tarde a la felicidad..

Mauro dijo...

Atraen los caminos, son la vida misma, una aventura que saboreas al recorrer, no necesariamente al llegar a algún lado.

Saludos Laura, te agradezco tus palabras.

Gambutrol dijo...

Bueno, como diría aquél... caminante no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe, verso a verso, sino estrellas en el mar...

Citando a el gran Machado...

Tu escrito me ha recordado a él.

Marcelo dijo...

Qué buen relato...continuará?