lunes, 30 de junio de 2008

La muerte como contraste





¿Qué es la muerte, el fin de un ser, su aniquilación total y definitiva, el momento en el que se borra de manera completa la persona que fuimos hasta entonces? ¿O es la muerte el paso a otra cosa, a otro estado, una transición que no podemos pensar desde el lado de acá –el de la vida- porque corresponde a una instancia más sutil, a un nivel espiritual de existencia que nos resulta por el momento inaccesible?



¿Y la mente, el espíritu, el alma, acaso mueren también, desaparecen, dejan de existir de manera abrupta y total o emigran hacia otra zona del ser, mutando? ¿O son, como dice Nietzsche, meras palabras para designar algo en el cuerpo, expresiones de la vida de un cuerpo que parece limitado pero no lo es tanto, porque en su sensibilidad es capaz de construir sentido y grandes deseos, de parir ideas y de parir –aun más- otros cuerpos semejantes a sí mismo, en un acto de creación casi sobrenatural pero esencial e inevitable?

¿Y si fuera la muerte sencilla y trágicamente el final de todo para nosotros, el momento en el que termina la vida que fuimos?

¿Es tolerable la idea de la muerte como desaparición, no es demasiado terrible, demasiado extrema, una realidad a la que no es posible hacerle frente porque produce demasiada angustia, y porque esa angustia cierra la vida, estrangula nuestra libertad y nuestras ganas de seguir?

¿Me muero y basta, y todo lo que soy y lo que fui se convierte en nada? ¿Y los que quise, una vez muertos, están perdidos para siempre, definitivamente idos, inalcanzables sin apelación, por más que los sienta vivos en mí, por más que los siga queriendo aunque no estén? ¿Cómo es posible que los sienta tanto si están muertos? ¿Este sentirlos no es una forma de vida? ¿Es una forma de vida mía, pero no los afecta porque ya no están, es una huella que ha dejado, una estela que tardará en apagarse lo que tarde yo a mi vez en morir, matando conmigo también ese tardío resplandor de los otros que el afecto hace vivir en mí?

¿Cómo se vive mejor, eludiendo la cuestión de la muerte o enfrentándola, confrontando con el hecho tan temido para solucionarlo de alguna forma y seguir luego ubicados en una existencia observada con realismo o inventando una historia que no terminamos de creer pero de la que podemos de todas formas obtener una especie de protección, de techito contra la intemperie del sentimiento de la muerte, que tan fácilmente se transforma en sensaciones de inutilidad de la vida?

¿Hay entonces que asustarse al sentir el temor de la muerte, o corresponde entender que se trata de algo normal, propia de seres vivos con conciencia y deseos, parte de lo que nos ha tocado por ser personas, seres humanos que buscan sentido y encuentran muchas veces problemas que les parecen terminales e insuperables pero con los que hay que vivir igual porque no queda otra?”

Un silencio de muerte se mete en tus huesos, demasiados interrogantes sombríos para esta mañana de lunes… Quizás no deba pensar tanto en ti pero como decía Fenelón:



"La muerte sólo será triste para los que no hayan pensado en ella".








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