lunes, 1 de diciembre de 2008

Off






Enciendo la luz,
Vos y yo.
Dos puntos de luz hundiéndose en un pozo de negrura.

Apago la luz y desaparece mágicamente ese hilo infinito que separa dos luces que parpadean.
Tu pelo huele a hierba, tu piel brotando de mi mano que busca.
Sobran los pronombres.
Rozo tu pie con el mío.
Siento mi sangre.
Instante fecundo.

Enciendo la luz.
Somos dos luces que pestañean a dos metros.

Con la vida en los labios, envenenada con el tacto y el sabor de cuerpo, me lamento. Duermo.

6 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Con la luz apagada cualquier luz nos ciega.

€_r_i_K dijo...

Deberian fabricar un interruptor como ese para encender las sonrisas...
Lo iré buscando, si lo encuentro te diré dónde lo instalé....

Besos...

gloria dijo...

Qué maravilla de poema Laura.
Mis pies se han quedado fríos, he perdido la luz que me alumbraba y presiento que me inundará el sueño.
Un beso enorme

Marcelo dijo...

Tener la vida en los labios es un milagro que, como todos los milagros, ocurre muy de vez en cuando.

Laura dijo...

Por todo esto, he decidido andar en penumbras pero con algo en los pies.

Gracias a todos, abrazos multiplicados.

jorge dijo...

Parece mejor vivir sin luz.

Intentare probarlo.
No me importaria demasiado envenenarme...